El poeta en actos es una fuente viva de inspiración

Solo en la literatura rusa he visto cumplirse de algún modo al poeta en actos. Se cuenta que Iván Turgenev desde su lecho de muerte inspiró a que Tolstoi  escribiera La muerte de Iván Ilich. Tan solo una exclamación, una frase, un llamado  de Turgenev, “Amigo, vuelve a la literatura”, introdujo en la voluntad de Tolstoi la suficiente energía para producir una de las mejores novelas de toda la historia.

¿Me piden defina qué es un poeta en actos? No tengo mejor “definición” que el ejemplo anterior. El poeta en actos es solo una inspiración; no es un concepto, no es una doctrina, tampoco personifica algo. El poeta en actos es una fuente viva de inspiración. Porque también hay fuente muerta de inspiración. Lo que Turgenev le trasmitió a Tolstoi mediante esa frase fue algo vivo, practico, existencial. Turgenev le hablaba de su
experiencia sobre la muerte frente al nihilismo; decía que el nihilismo y la
ansiedad del hombre pueden ser derrotadas en al acto de vivir  la muerte.

Todo lo que se absorba mediante textos –el pasado-  es fuente muerta de inspiración. Y el mundo por lo general se mueve y se nutre bajo este tipo de fuente. Aun cuando se diga que  “me apoyo en mis experiencias” para vivir, se estará apoyando en algo muerto, en algo que ya está en el pasado interior y que ha perdido vigencia y contacto con el presente.  La  memoria forma parte de la fuente muerta; crea la ansiedad. Vivir la muerte le permite a
Turgenev que el pasado desaparezca de la memoria individual y es cuando entonces
las puertas se abren a lo  que es  esencial. Con la muerte se adquiere la capacidad
del acto, de transmitir cierto mensaje vivo. Nada parecido ha sucedido en otras
geografías literarias; ni en la francesa, ni en la inglesa. Ni Flaubert y Proust
pudieron conseguir esa capacidad para la literatura francesa. La literatura
rusa del XIX es única. Es una literatura que se basa en una fuente viva de inspiración.
Existe una coherencia oculta, poética. Desde Pushkin,  Gogol, Leskov,  Dostoievski, Chejov, Goncharov, a todos los une un principio básico: una búsqueda interior, que se transmite por actos, no por pensamientos, no por textos, no por memorias. Cada uno tiene  contacto con cada cual  en forma de vida o muerte. En forma esotérica. El asunto de la obra literaria de este periodo ruso gira alrededor del nihilismo, el pesimismo, la
ansiedad: produce una búsqueda existencial. El hombre está por encima de cualquier
hecho, de cualquier historia.

Hay un cuento de Turgenev que lo refleja muy bien, que refleja la parte contraria. La fortuna del idiota es como la fortuna de la literatura moderna.  Un imbécil se
convirtió en  crítico de todas las cosas sin saber y conocer nada al respecto. Con solo poner en  entredicho los conocimientos de otros, escaló hasta el mismo pináculo del saber. Se convirtió en sabio. ¡Un imbécil convertido en crítico! Cuenta Turganev que “una idea súbita iluminó, finalmente, su mente oscura… Y él, sin demora en absoluto, la llevó a ejecución. Se encontró en la calle con un conocido, y éste se puso a elogiar a un pintor célebre…-¡Perdone! -exclamó el imbécil. -Ese pintor hace tiempo fue dado al archivo… ¿Usted no sabe eso? Yo no esperaba eso de usted… Usted es un hombre atrasado. El conocido se asustó, y al instante convino con el imbécil”. Esa es la forma natural como la literatura  convino con sus autores. Entre Flaubert y Vargas Llosa no hay contacto directo, sino textual. La fuente de inspiración de la que parte la obra de Vargas Llosa es muerta, pertenece al pasado.

En Cuba,  José Martí es el único autor que merodeó el asunto. Llegó al punto en considerar que su obra podía morir en el poeta en verso, en una fuente de inspiración muerta. Al proclamar quiero ser un poeta en actos, se encontraba asustado ante el hecho primordial  de legar una literatura que inspirara otra literatura. Se negaba a desarrollar lo que es la literatura actual: el monologo interior de cada autor, la idiotez de una y mil veces de repetirse lo mismo, para luego expulsarla y plasmarla en papel. Martí estaba interesado finalmente en una transferencia de energía, en una inspiración viva, pero a ninguno que  vivió en su época le fue accesible el mensaje. Lezama, quien estaba próximo a la generación  que lo vio morir, sintió el estremecimiento de ese mensaje,  pero se desvió hacia una fuente muerta: el clasicismo, el manierismo.

Y esa fuente de inspiración sigue deambulando, buscando un receptor.  Esta fuente de
inspiración no es solo dada en la literatura; es dada también en el hombre. La naturaleza es de Ser. Construir una estética sobre esa fuente de inspiración es erróneo. Por eso siempre que se elabora un estudio crítico sobre el periodo de oro de la literatura rusa se concluye en una antiestética. No se puede hacer un ejercicio de racionalización donde el poder de la fuente es irracional. Ouspenski, uno de los más grandes pensadores rusos y uno de los mejores conocedores de ese periodo y que luego se convirtió en un inmenso buscador dice que la importancia de esa literatura no reside en lo que dice, en lo que
plantea, en el tema del existencialismo, sino en lo que sugiere, en la capacidad de aburrimiento, de abulia que crea sobre el lector. El lector llega a sentir algo; que algo anda mal en su propia existencia; le crea un pánico existencial de vida o muerte. Le transfiere ese nihilismo, ese vacío. O se alejan de vivir bajo fuentes de inspiración muertas, o se salvan  en la medida que van  creando determinada fuente para nueva vida.

Ahora podrá  entender mejor qué es un poeta en actos. No es un cuerpo físico, no es un ego, no es una entelequia, no es un concepto fijo; no deviene en ninguna doctrina filosófica y religiosa. Es fuente; es como un manantial, del cual puedes extraer  todo lo que quieras porque es inagotable. Las fuentes muertas se agotan en sí mismas y crean las mismas circunstancias en las que el imbécil se convirtió en sabio, en conocedor de sus propias mentiras. Alguien ha dicho que a través de esta astucia racionalista en la que se basa el
idiota convertido en sabio, la escuela de pensamiento existencialista del siglo XX destronó a las antiguas escuelas de pensamiento metafísico.

Y eso fue lo que le faltó a Lezama, que nunca fue él mismo la fuente. Todo lo que enseñaba en aquel Curso Délfico se apoyaba en fuentes muertas. No había un gesto vivo, una palabra viva y un argumento vivo. Por ende no podía trasmitir el mensaje. El mensaje trasmitido era muerto, no vivo. Y a lo sumo lo que se puede adquirir de estas  fuentes muertas
es un simple deseo de curiosidad intelectual. ¿Por qué todos estos novelistas rusos intentaron suicidarse? Trabajaban con la verdad, con la realidad, no con mentiras, no con imaginaciones. Se arriesgaban hasta el fondo poniendo en riesgo su propia vida.

No solo esta fuente de inspiración nos invita a crear, sino a criticar cualquier estética y ética. La verdadera crítica sale de la intención de un poeta en actos. Critica no para destruir y enseñar doctrinas, sino para construir un espacio mejor,  la de la  posibilidad de que algún día mires en definitiva en ti mismo y descubras la idiotez del intelecto, tus conceptos y memorias.

El propio Turgenev tiene un maravilloso cuento que es concluyente. El escritor y el crítico. El crítico había consumado más de un libro sobre la obra de un escritor. Un pequeño cuento de una página había dado para que un crítico escribiera más de un libro de crítica. Pero cuando el crítico vio al escritor abundando sobre el mismo cuento todo cambio. El escritor le dijo: tu crítica a mi cuento es como la fabula de la zorra y el gato; la zorra tenía
muchas estrategias para sobrevivir pero al final el lobo se la tragó; el gato tenía
una sola salida, subió al árbol y allí permaneció.

Así es como  funciona el intelecto, la lógica, el concepto. Tienen muchas estrategias y puedes abundar en lo que quieras con ellos; y con ellos puedes crear una teoría, un sistema de pensamiento, una estética, ética, pero no sobrevivirán y te estarán destruyendo. Al final te pasará  como a la zorra, morirás porque nunca estos conceptos serán  más amplios que la vida.

Toda la trama de La muerte de Iván Ilich se asienta en la habilidad de la zorra.  Hasta el
final, Iván Ilich trata de engrandecer su ego, pero en su lecho de muerte se da cuenta de la idiotez, de cuanto había perdido el sentido de la vida. En la muerte Iván trataba de transmitir el mensaje, la habilidad del gato: subir a lo más alto en busca de la vida misma.

El poeta en actos es también como un cuentista a la altura de Turgenev. Si puedo hacerte un cuento y llevarte a través de él a que tomes conciencia de tu estupidez intelectual y lógica, entonces habrá  comprendido que es un poeta en actos. Habrán entendido que
todos estos nombres y palabras no significan nada en sí mismos, sino el deseo de
nosotros de que  signifiquen algo. Les sugiero que no se detengan en las palabras y que miren también  en el contenido,  lo oculto, la fuente de inspiración. Como ven, no he  propuesto una definición del poeta en actos, pero creo haber dicho qué  es.

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Una respuesta a El poeta en actos es una fuente viva de inspiración

  1. Anónimo dijo:

    EL POETA EN ACTOS CONSTRUYE UNA IMAGEN, LO QUE DEJO LA poesia EN EL lapel, EL acto recuperado, su resurreccion misma

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